Debido a la importancia que tienen los bienes culturales para sus diferentes comunidades, todos los países cuentan con unas normativas que protegen estos bienes de forma jurídica. Estas regulaciones pueden venir de organismos mundiales, europeos, nacionales, además de regionales o municipales, dependiendo de la estructura gubernamental y la repartición de competencias.
A nivel mundial destaca un organismo como es la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura fundada en 1945), que dota al patrimonio de protección extra con la concesión de los títulos de Patrimonio de la Humanidad, como fue el caso del Kabuki en el 2008. Esta concesión se realiza con el fin de catalogar, preservar y dar a conocer los bienes de importancia para toda la humanidad. Debido a este título se puede obtener cierta financiación para garantizar la conservación de los mismos, sobre todo para aquellos países en los cuales los ingresos económicos son insuficientes o en lugares conflictivos donde existe un mayor riesgo de perdida del patrimonio.
Por otro lado, existe la protección nacional de los bienes patrimoniales, que varía de país en país. En el caso español, para la protección del patrimonio existen diferentes grados, siendo el título más alto el de Bien de Interés Cultural. Sin embargo, los otros niveles pueden variar según la Comunidad Autónoma, ya que las competencias en materia de patrimonio están divididas entre estas y el propio estado español. Se puede decir que la mayoría de las competencias están en manos de las CC.AA. Mientas que las competencias relacionadas con las relaciones internacionales cae en manos del gobierno español. Debido a este modelo, la dificultad de preservar el patrimonio reside en la colaboración y el dialogo casi nulo entre ambas administraciones. Volviendo a los Bienes de Interés Cultural, amparados por la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 y sus diferentes variantes según las CC.AA., también engloban entre muchos bienes el patrimonio inmaterial. A diferencia de aquellos bienes materiales, la salvaguardia de lo intangible es mucho más complicado basándose las acciones sobre todo en la documentación de los mismos.
En el caso japonés, que nos interesa en este caso ya que se trata de un blog acerca del teatro Kabuki, también existen grados de protección y una legislación específica para la regulación de los bienes culturales. Los títulos más interesantes en el ámbito del país nipón, son el Tesoro Nacional y el Tesoro Nacional Viviente. El primero de estos dos hace referencia a bienes materiales que se clasifican en “edificios y estructuras” (castillos, residencias históricas y modernas, santuarios, templos, estructuras diversas) y “bellas artes y artesanía” (espadas, pinturas, esculturas, escritos, etc.). La característica principal de estos bienes, es su excepcional mano de obra, su gran valor histórico-cultural, o su valor excepcional para el estudio. La categoría de Tesoro Nacional Viviente, engloba a las personas que realizan trabajos excepcionales, ligados estos al patrimonio inmaterial. Este título se concede a los maestros más habilidoso con el fin de preservar las técnicas y las habilidades, generalmente transmitidas de generación en generación, que se encuentran en peligro.
Esta figura de protección, es una herramienta importante para garantizar la salvaguardia del patrimonio nacional japonés, ofreciendo a los propietarios de los bienes materiales asesoramiento y financiación a la hora de conservar y restaurar los bienes, pero además ensalza a los maestros de estas técnicas tradicionales que son mucho más frágiles a caer en el olvido que lo material.
Podemos ver como en Japón, a diferencia del caso español, dota de una mayor importancia al patrimonio inmaterial. Para ellos no es suficiente con documentar, sino que ellos realmente quieren que estas tradiciones pervivan en el tiempo, aunque sean sometidas a una inevitable evolución histórica, como se ve en el caso del Kabuki que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos siempre manteniendo su esencia.
Fotografía de la obra Fujimusume representada en Madrid en junio de 2018