sábado, 30 de marzo de 2019

La protección del Patrimonio cultural e inmaterial


Debido a la importancia que tienen los bienes culturales para sus diferentes comunidades, todos los países cuentan con unas normativas que protegen estos bienes de forma jurídica. Estas regulaciones pueden venir de organismos mundiales, europeos, nacionales, además de regionales o municipales, dependiendo de la estructura gubernamental y la repartición de competencias. 

A nivel mundial destaca un organismo como es la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura fundada en 1945), que dota al patrimonio de protección extra con la concesión de los títulos de Patrimonio de la Humanidad, como fue el caso del Kabuki en el 2008.  Esta concesión se realiza con el fin de catalogar, preservar y dar a conocer los bienes de importancia para toda la humanidad. Debido a este título se puede obtener cierta financiación para garantizar la conservación de los mismos, sobre todo para aquellos países en los cuales los ingresos económicos son insuficientes o en lugares conflictivos donde existe un mayor riesgo de perdida del patrimonio. 



Por otro lado, existe la protección nacional de los bienes patrimoniales, que varía de país en país. En el caso español, para la protección del patrimonio existen diferentes grados, siendo el título más alto el de Bien de Interés Cultural. Sin embargo, los otros niveles pueden variar según la Comunidad Autónoma, ya que las competencias en materia de patrimonio están divididas entre estas y el propio estado español. Se puede decir que la mayoría de las competencias están en manos de las CC.AA. Mientas que las competencias relacionadas con las relaciones internacionales cae en manos del gobierno español. Debido a este modelo, la dificultad de preservar el patrimonio reside en la colaboración y el dialogo casi nulo entre ambas administraciones. Volviendo a los Bienes de Interés Cultural, amparados por la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985 y sus diferentes variantes según las CC.AA., también engloban entre muchos bienes el patrimonio inmaterial. A diferencia de aquellos bienes materiales, la salvaguardia de lo intangible es mucho más complicado basándose las acciones sobre todo en la documentación de los mismos. 

En el caso japonés, que nos interesa en este caso ya que se trata de un blog acerca del teatro Kabuki, también existen grados de protección y una legislación específica para la regulación de los bienes culturales. Los títulos más interesantes en el ámbito del país nipón, son el Tesoro Nacional y el Tesoro Nacional Viviente. El primero de estos dos hace referencia a bienes materiales que se clasifican en “edificios y estructuras” (castillos, residencias históricas y modernas, santuarios, templos, estructuras diversas) y “bellas artes y artesanía” (espadas, pinturas, esculturas, escritos, etc.). La característica principal de estos bienes, es su excepcional mano de obra, su gran valor histórico-cultural, o su valor excepcional para el estudio. La categoría de Tesoro Nacional Viviente, engloba a las personas que realizan trabajos excepcionales, ligados estos al patrimonio inmaterial. Este título se concede a los maestros más habilidoso con el fin de preservar las técnicas y las habilidades, generalmente transmitidas de generación en generación, que se encuentran en peligro.

Esta figura de protección, es una herramienta importante para garantizar la salvaguardia del patrimonio nacional japonés, ofreciendo a los propietarios de los bienes materiales asesoramiento y financiación a la hora de conservar y restaurar los bienes, pero además ensalza a los maestros de estas técnicas tradicionales que son mucho más frágiles a caer en el olvido que lo material.

Podemos ver como en Japón, a diferencia del caso español, dota de una mayor importancia al patrimonio inmaterial. Para ellos no es suficiente con documentar, sino que ellos realmente quieren que estas tradiciones pervivan en el tiempo, aunque sean sometidas a una inevitable evolución histórica, como se ve en el caso del Kabuki que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos siempre manteniendo su esencia. 

Fotografía de la obra Fujimusume representada en Madrid en junio de 2018

sábado, 16 de marzo de 2019

Patrimonio cultural l Patrimonio inmaterial


Tras estas últimas entradas que servían como una breve introducción a un mundo tan amplio y complicado como es el Kabuki, es hora de hablar sobre los aspectos patrimoniales en relación con esta manifestación. Para ello es necesario empezar con algunas cuestiones básicas, que se desarrollan a continuación.

¿Qué es el patrimonio cultural?

El patrimonio cultural se compone de un conjunto de bienes muebles, inmuebles e inmateriales que hemos heredado del pasado y que hemos decidido que merece la pena proteger como parte de nuestra seña de identidad social e histórica. Estos bienes son el resultado de la obra humana.

Esta definición, extraída del Manual de Gestión del Patrimonio Cultural, se compone de varias partes que son interesantes de diseccionar. En primer lugar se habla de diferentes tipos de bienes que forman parte del patrimonio cultural. Los bienes muebles son objetos materiales que por sus dimensiones pueden ser cambiados de sitio, a diferencia de los inmuebles que hacen referencia a edificios que no se pueden cambiar de su sitio. Luego se habla de los bienes inmateriales, es decir, bienes pertenecientes a nuestras diversas culturas que no tienen materia propiamente dicha. Se trata de tradiciones orales, técnicas artesanales tradicionales, y otras manifestaciones culturales. A ello le sigue el concepto de herencia del pasado, esto habla de bienes que cuentan con una cierta antigüedad que llegan hasta nuestros días gracias al cuidado que se ha tenido con ellos a lo largo del tiempo, porque se ha decidido que son bienes que merece la pena conservar durante un largo periodo de tiempo. Se le otorga por lo tanto un valor de antigüedad e histórico, al cual se une el valor de la identidad tanto social como histórica. Por último se establece que son bienes producto de la intervención del ser humano.

Se trata de una definición bastante completa, que denota como cada bien tienen sus propias características, contando con unos valores determinados a los cuales debe tener acceso la sociedad. Por otro lado, la importancia que se da al concepto de herencia y por lo tanto preservación de estos bienes, nos indica que no son regenerables, siendo su destrucción irreversible.

En cuanto a la denominación de patrimonio cultural, se fue gestando a lo largo de muchos años aunque podemos establecer el origen o nacimiento de su sentido moderno en la ilustración. El concepto que se utilizará en estos primeros años será el de monumento antiguo o histórico, dotándole con ese valor de antigüedad. Esto se vincula con el nacimiento de la arqueología y los inicios de los que posteriormente será conocido como la historia del arte, con primeras publicaciones basadas en la historia de los estilos más que en la historia de los artistas anteriores.

En este sentido la Revolución francesa será un punto de inflexión importante en el desarrollo del concepto de patrimonio cultural, como un bien colectivo y público (derecho al disfrute de estos bienes) portador de unos valores de identidad.

Estas ideas de la Revolución francesa, vinculadas a la destrucción causada durante la misma, llevan a la concepción del monumento nacional en el siglo XIX. Sin embargo, no pierde su valoración histórica, simplemente se añade el valor de herencia colectiva e identidad de una comunidad a estos monumentos. En el caso español la concienciación acerca del patrimonio viene de nuevo de la mano de la destrucción, en este caso causada por la desamortización o los planes de renovación urbana (primero en París, posteriormente también se dan en España) e incluso la revolución industrial. Por otro lado, surgen las primeras regulaciones legislativas para la protección de estos monumentos junto con las Comisiones de Monumentos (órgano que se ocupaba de velar por la conservación de estos bienes).

En el siglo XIX destaca el movimiento del Romanticismo que empieza a valorar el arte medieval, previamente menospreciado, a su vez es esencial en el desarrollo de la idea de monumento nacional, como depositario de unos valores determinados además de ser documentos históricos importantes. En relación con la valoración del arte medieval, surge la necesidad de preservar estos bienes, lo cual irá de la mano del nacimiento de la restauración y sus dos corrientes esenciales. La primera corriente es la que se vincula con la figura de Viollet-le-Duc, quien decía que “restaurar un edificio significa restablecerlo en un grado de integridad que pudo no haber tenido jamás”. La segunda corriente representada por John Ruskin, se oponía a esta visión, basándose en que los monumentos eran organismos biológicos que tenían una vida determinada. Es decir, para Ruskin los monumentos tenían una duración de vida determinada con la cual no se debería intervenir, dejándolos morir.

Viollet-le-Duc y John Ruskin 

El siglo XX estará marcado por la destrucción causado por la primera y segunda guerra mundial, que llevan a la internacionalización de la tutela de los monumentos. En relación con esto aparece por primera vez mencionado el concepto contemporáneo de patrimonio cultural, en la Convención de la Haya de 1954, relacionada con la salvaguarda del patrimonio en caso de conflicto armado. Por otro lado, se amplia la protección más allá del monumento único a conjunto, pero también se integran los paisajes y los sitios. Se puede decir que el siglo XX tiene una gran importancia para el establecimiento del concepto, sobre todo en relación con la UNESCO que a través de varios documentos internacionales, ha aportado mucho a la conservación del patrimonio mundial.

Ejemplo de la destrucción: St. Michel en Londres

Uno de los “nuevos” patrimonios que se añade a la larga lista de protección, es el denominado patrimonio inmaterial.


¿Qué es el patrimonio inmaterial?

El Kabuki como una forma de teatro tradicional japonesa, forma parte del patrimonio inmaterial, aunque sea un arte escénico no es un objeto que se puede conservar o restaurar como en el caso de los bienes que cuentan con materia propiamente dicha. Se trata de bienes frágiles, que tienen que ver con las tradiciones orales, técnicas y rituales o fiestas, entre otros. Por lo tanto, se forma por los aspectos intangibles de las tradiciones de los pueblos, siendo su característica principal el cambio continuo, ya que si se quedan congeladas en el tiempo, acaban desapareciendo. La única forma de protección con la que cuentan estos medios es la documentación y el estudio de su historia y evolución.

Un caso interesante en el ámbito de la protección patrimonial es Japón, donde se establecen dos categorías patrimoniales únicas que son: el Tesoro Nacional y los Tesoros vivientes. El título de tesoro viviente, es otorgado a las propias personas que desarrollan algún tipo de actividad tradicional que encaja en el ámbito del patrimonio inmaterial. Es una forma de aumentar la conciencia de la existencia de estas tradiciones y la importancia de preservar las mismas.

Logo para el Patrimonio inmaterial de la humanidad, de la UNESCO